Camila Alabarse, joven oriunda de Ayacucho, ha cumplido uno de sus mayores sueños: recibirse de médica, un logro que no solo marca el final de un camino de estudio y dedicación, sino también la continuidad de una pasión que comparte con su padre, Javier Alabarse, médico clínico. “Siempre admiré a mis padres, su compromiso y vocación de servicio. Crecer en un hogar donde la salud era parte de las conversaciones cotidianas despertó en mí el deseo de seguir sus pasos”, afirmó Camila en una charla reciente.
La carrera de medicina, cursada en la Universidad FASTA, abarcó seis años de formación intensiva, precedidos por un exigente ingreso eliminatorio en 2018, cuando Camila aún cursaba el secundario. Durante aquel año, viajaba todos los sábados desde Ayacucho a Mar del Plata, acompañada por su padre, quien esperaba pacientemente mientras ella cursaba siete horas. “Fue un período muy desafiante, pero el apoyo de mi familia fue clave para superarlo”, recordó.
El camino hacia el título incluyó cinco años de materias teóricas, seguidos de un sexto año dedicado a las Prácticas Finales Obligatorias (PFO). Durante este período, Camila realizó rotaciones en especialidades como clínica médica, cirugía, pediatría, ginecología, obstetricia y atención primaria de la salud. Además, eligió una rotación optativa en oftalmología, especialidad que exploró en el Hospital Privado de Comunidad.
“Elegí oftalmología porque me interesa mucho la parte quirúrgica, aunque aún no he decidido mi especialidad. Por ahora, me siento agradecida de haber alcanzado este hito, con el apoyo de mis compañeros, amigas y, por supuesto, mi familia“, expresó.
Durante su formación, Camila vivió experiencias que reafirmaron su vocación. Desde el tercer año, tuvo contacto directo con pacientes en clínicas y hospitales de Mar del Plata, una experiencia que definió como transformadora: “Es ahí donde te das cuenta de que realmente te gusta la medicina. Poder ayudar a alguien y contribuir a su bienestar es lo más satisfactorio“.
La evaluación final de su carrera, el Examen Clínico Objetivo Estructurado (ECOE), fue otro desafío que enfrentó con éxito. Este examen, que se desarrolla durante tres días, valida las competencias prácticas y teóricas necesarias para ingresar al mundo laboral.
Camila atribuye su amor por la medicina a la influencia de su familia. Su padre, médico clínico, y su madre, terapista ocupacional, fueron ejemplos constantes de vocación y servicio. “Desde chica, los veía regresar del trabajo y compartir experiencias de pacientes. Eso me inspiró profundamente”, compartió.
Para ella, seguir los pasos de su padre no solo es un orgullo, sino también un compromiso de mantener los valores que le inculcaron: dedicación, humanismo y empatía. “Continuar con la misma profesión que mi papá me llena de orgullo. Siempre lo admiré, y ahora espero poder seguir su ejemplo, ayudando a los demás desde mi lugar“.
Aunque aún no ha elegido una especialidad, Camila planea rendir el examen de residencia el próximo año. Si bien considera oftalmología como una posibilidad, también está abierta a explorar otras áreas. “La medicina es un desafío constante, siempre hay algo nuevo que aprender. Mi objetivo es especializarme y seguir actualizándome para dar lo mejor a mis pacientes“.
Para quienes sueñan con estudiar medicina, Camila tiene un mensaje claro: “Es un camino largo y exigente, pero la recompensa es inmensa. La posibilidad de ayudar a otros es lo que hace que todo el esfuerzo valga la pena“.
Con su reciente título en mano, Camila no solo celebra un logro personal, sino también la posibilidad de continuar un legado familiar que, sin dudas, marcará a muchas personas en el futuro.