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Consumo problemático en Ayacucho: “La vergüenza hace que muchas familias lleguen tarde a pedir ayuda”
El programa “Juventud en Territorio”, impulsado por la Dirección de Juventudes de la Municipalidad de Ayacucho, consolida un abordaje integral para atender el consumo problemático entre adolescentes y jóvenes. El dispositivo funciona en el Nido del barrio El Embarcadero y articula trabajo comunitario, asistencia psicosocial y acompañamiento familiar en coordinación con diversas áreas del Estado local.
El espacio, abierto los martes y jueves de 14 a 18, está conformado por un equipo interdisciplinario integrado por Lola Sierra y Claudio Medina (Vientos de Libertad), la psicóloga Catalina Vallelunga y la trabajadora social Guillermina Yuliano. Desde su puesta en marcha, el dispositivo se propone generar ámbitos de escucha, contención y construcción colectiva para jóvenes que atraviesan consumos problemáticos, así como para sus familias.
La iniciativa se sustenta en la participación de múltiples áreas municipales y sanitarias: el Servicio Local de Protección y Promoción de Derechos, el Servicio de Salud Mental del Hospital Municipal, la Dirección de Géneros y Diversidad, la Subsecretaría de Salud, la Secretaría de Educación y la de Desarrollo Humano.
Un año de trabajo
En diálogo con Radio Ayacucho, Claudio Medina, referente del programa y recuperado, describió la magnitud de la problemática y la complejidad del trabajo cotidiano. “Decir que el dispositivo va bien es admitir que muchos pibes la están pasando mal. El consumo es un síntoma de algo más profundo: violencia, abandono, salud mental deteriorada. No se trata sólo de la droga en sí, sino del contexto en el que viven muchos jóvenes”, señaló.
Medina, quien se define como un “recuperado”, remarcó que su experiencia personal también aporta una mirada cercana a quienes transitan procesos similares. “Yo perdí años de mi vida en el consumo. Puedo decirle a un pibe que entiendo lo que siente, pero también sé cómo se puede salir. Lo difícil es que cada uno quiere vivir su propia historia, aunque uno trate de alertarlo”, expresó.

El coordinador subrayó que el programa trabaja tanto con jóvenes como con sus familias. “En el Nido tenemos un dispositivo específico para familiares. Muchas veces el consumo aparece como el último síntoma de una larga cadena de problemas. Hay familias que no pueden ver lo que les pasa o que sienten que no pueden decirlo. Acompañamos todo el contexto, no sólo al pibe”, explicó.
Consumos que se naturalizan y señales que se silencian
Uno de los ejes que preocupa al equipo es la naturalización de ciertos consumos. Medina advirtió que el alcohol y el cannabis, aun cuando se consideren “drogas blandas”, suelen funcionar como puerta de entrada a otros consumos más peligrosos. “Nadie dice que vas a terminar en algo peor, pero yo lo viví y sé que puede pasar. Y los pibes no escuchan la película que uno ya vio, porque quieren vivir la propia”, relató.
El referente también alertó sobre la influencia del entorno digital: “Hoy hay consumos de todo tipo: pantallas, juegos, apuestas. Todo funciona como una anestesia. El contraste entre la vida virtual y la realidad cotidiana genera una frustración que, en muchos casos, empuja a los pibes a buscar salidas rápidas”.
Medina cuestionó la tendencia a ocultar estas situaciones dentro de las familias. “Cuando un familiar tiene cáncer se pide ayuda a los gritos. Cuando un hijo tiene consumo, se tapa por vergüenza. Eso no hace mejores padres. Hacerse cargo también es admitir que se necesita ayuda”, afirmó.
Escuchar para intervenir
El programa sostiene que la escucha es la herramienta más importante. “Si no escuchamos nosotros, alguien más lo hará, y quizás le ofrezca al pibe una salida que no es buena”, indicó Medina. “Los jóvenes hablan en su idioma: en la música, en las esquinas, en la moto que hace ruido. Todo eso es un mensaje. Nuestro trabajo es descifrarlo.”
En esa línea, el dispositivo ofrece talleres de música urbana, escritura, arte y espacios de expresión que permiten a los jóvenes canalizar inquietudes y conflictos en un entorno seguro. También se dictan charlas en escuelas, especialmente en el tramo final del ciclo lectivo, un momento en el que suelen intensificarse determinadas situaciones.

Acompañamiento y derivaciones
Además de la contención cotidiana, el programa realiza acompañamiento en casos de internación, derivaciones a salud mental y seguimiento de jóvenes en procesos ambulatorios. “Tenemos pibes que han elegido internarse porque ya no podían sostener su vida cotidiana. Los acompañamos antes, durante y después. El objetivo es que no lleguen a ese punto, pero si ocurre, la respuesta debe ser rápida y con apoyo familiar”, explicó Medina.
El equipo destaca la importancia del trabajo conjunto con el Servicio Local, el Hospital Municipal y la Dirección de Géneros y Diversidad. La articulación permite intervenir en situaciones complejas donde, además del consumo, aparecen vulneraciones de derechos, violencia o problemas sociofamiliares.
La apuesta política: ir a buscar a los jóvenes
Medina valoró la decisión municipal de sostener un dispositivo territorial y activo. “Es más fácil tapar el problema que enfrentarlo. Pero elegir ir a buscar a los pibes es una decisión política. Es priorizar la vida por encima de la imagen. El consumo adormece, destruye y descarta cuando ya no sirve. Nosotros queremos evitar que lleguen a ese punto”, afirmó.
Además, convocó a la comunidad a comprometerse: “Negar lo que pasa no lo hace desaparecer. Hay jóvenes que están pidiendo ayuda en su propio lenguaje. El silencio no va más”.
Un espacio abierto a la comunidad
“Juventud en Territorio” funciona en el Nido del barrio El Embarcadero y está abierto a jóvenes, familias y escuelas que necesiten acompañamiento u orientación. El programa mantiene talleres, espacios de escucha, grupos de familiares y actividades artísticas, y continuará ampliando su oferta en los próximos meses.
Quienes deseen acercarse pueden hacerlo los martes y jueves de 14 a 18, o contactarse a través de las redes oficiales de la Dirección de Juventudes.