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El ayacuchense Juan Iriarte transformó un vagón de subte en un hogar

Juan Iriarte, oriundo de la localidad de Ayacucho, resguarda en su memoria los momentos de su infancia y juventud. En esos recuerdos, la ciudad desempeña un papel esencial, siendo el lugar donde actualmente residen sus padres Alicia Olhaberry y Aníbal Iriarte, amigos y familiares. Hasta antes de la pandemia, era un destino recurrente al que acudía con su esposa e hijos para escapar de la rutina y conectarse con sus seres queridos.
En medio de la encrucijada que trajo consigo la pandemia, un destello de inspiración iluminó el camino de Juan. El anhelo de revivir la tranquilidad que una vez sintió lo llevó a tomar una decisión. Con su esposa, Verónica, comenzaron a explorar cómo dar vida a su terreno en Canning. La búsqueda de alternativas los condujo por senderos, hasta que un día, navegando por internet, encontraron la subasta de vagones de subte de la línea B.
En compañía de su familia, emprendieron el viaje, llegando a un depósito donde un vagón de 18 metros de largo por 2,70 metros de ancho se alzaba en medio de la chatarra. Este vagón, atestiguaba las marcas del tiempo y la intemperie. Por 700 mil pesos, adquirieron un sueño en forma de vagón, el cual sería su refugio de fin de semana en el terreno de Canning.
El 5 de agosto marcó un hito, con el vagón trasladándose desde Pilar a Ezeiza. El proceso involucró un despliegue magnífico: camiones, grúas y una dosis palpable de emoción, ya que esta primera fase de la aventura llegaba a su fin. Una vez en el terreno, se emprendieron las transformaciones necesarias. El rosa original del interior fue reemplazado por nuevos colores, y se erigieron divisiones internas para tres dormitorios y un baño con ducha. Las redes eléctricas, de agua y desagües tomaron forma.
Juan Iriarte, nacido en Ayacucho y arraigado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, eligió el barrio Estilo Campo en Canning para su nueva vida. Su hogar, fruto de la imaginación y colaboración con su esposa, es un vagón de subte reacondicionado, un testimonio de originalidad. Aunque algunos amigos puedan considerarlo “loco”, para Juan la verdadera locura es compartida. La historia de transformar un vagón no se trata solo de construcción, sino de convertir los sueños en realidad.
El vagón de subte, adquirido en 2020 y cuyo servicio cesó en 2016. Expuesto a los elementos y cubierto de grafitis. El primer paso fue el traslado, realizado por grúas que llevaron el vagón desde Pilar hasta Canning. La labor de reacondicionamiento fue desafiante pero fructífera: las aberturas previas se mantuvieron, y el vagón fue transformado en una casa funcional. Tres dormitorios, un baño y una cocina se combinan en 50 metros cuadrados de espacio , donde la visión de futuro de Juan se hace realidad.