A los 86 años, Héctor Martínez, un comerciante de Ayacucho, recuerda con orgullo su inusual trayectoria en el ciclismo. Motivado por un impulso que él describe como divino, Martínez dedicó gran parte de su vida a realizar desafíos ciclistas para recaudar fondos en beneficio de la comunidad, especialmente para apoyar a niños necesitados.
Martínez organizaba recorridos en bicicleta que iban desde los 1.500 hasta los 2.200 kilómetros, con el único propósito de recolectar donaciones. Sus travesías no solo requerían una inmensa resistencia física, sino también una gran fuerza de voluntad. En una de sus hazañas, decidió pedalear sin escalas y sin dormir, imponiéndose a sí mismo estrictas reglas de no descansar en restaurantes ni alojamientos. Durante estos viajes, solía detenerse solo para recibir comida de un vehículo de apoyo, cuyo tubo de escape utilizaba para quemarse ligeramente y mantenerse despierto.
Entre sus innumerables desafíos, uno de los más memorables fue el intento de recorrer 1.200 kilómetros hasta Santa Rosa, en La Pampa. Aunque no logró completarlo, esta experiencia le dejó una valiosa lección sobre la importancia de no subestimar ninguna meta en la vida. Este intento fallido, sin embargo, no fue en vano, ya que le valió un homenaje por su incansable espíritu de solidaridad y esfuerzo.
Martínez también reconoce el papel crucial de su familia en su trayectoria, aunque admite que llegó un momento en el que se dio cuenta del riesgo al que se exponía en cada viaje. Hoy, reflexiona sobre los peligros que enfrentó y la gratificación de ver a todo el pueblo de Ayacucho recibirlo con entusiasmo cada vez que regresaba de una travesía.
Héctor Martínez, con su dedicación y sacrificio, se convirtió en un símbolo de solidaridad en Ayacucho. Su historia es parte del “Proyecto Pueblos Ayacucho”, una iniciativa destinada a preservar y contar las historias de los vecinos, asegurando que las futuras generaciones conozcan y valoren el legado de aquellos que, como Martínez, dedicaron su vida a ayudar a los demás.