En honor al reciente Día de los Océanos, tuvimos el privilegio de entrevistar a la destacada nadadora ayacuchense, Ana Bibbo, especializada en aguas abiertas. A sus 63 años, nos relató su apasionante historia y el amor inquebrantable que siente por la natación.

Desde tiempos remotos, Ana siempre supo que la natación era su pasión. Sin embargo, no fue hasta el fatídico inicio de la pandemia que decidió embarcarse en un nuevo desafío: convertirse en guardavidas. A pesar de que todos sus compañeros eran jóvenes, Ana se sintió acogida y plenamente integrada en el grupo. Fue así como, en el año 2021, se aventuró a nadar en aguas abiertas por primera vez.

El descubrimiento se produjo gracias a su hijo, quien le informó sobre una travesía en el río Quequén. Llenando su corazón de incertidumbre, Ana se inscribió en la competencia, sin estar segura de si sería capaz de cumplir con los desafiantes 3 kilómetros de recorrido. Sin embargo, superó todas las expectativas y logró alcanzar la meta. Fue en ese preciso instante cuando Ana supo que había encontrado su verdadera pasión.

Desde aquel momento hasta el día de hoy, Ana no ha dejado de nadar en aguas abiertas, incluso durante los calurosos veranos, cuando se sumerge cada fin de semana en las profundidades marinas. Ha vuelto a desafiar las corrientes del río Quequén en tres o cuatro ocasiones más, además de nadar en la laguna Chascomus y en La Brava. Siempre desafiando distancias de tres kilómetros o más. En diciembre nadó 7 kilómetros en el río Quequén, y en febrero, 8 kilómetros en el mismo cauce.

En el mes de marzo, se embarcó en una travesía en San Clemente, donde nadaron durante tres días en el mar. Las distancias recorridas oscilaban entre los 3, 4 y 1.5 kilómetros, y las jornadas se desarrollaron de manera nocturna, en una travesía perpendicular a las olas. Ana nos contó emocionada que, normalmente, se reúnen alrededor de 70 a 80 nadadores mayores de 40 años en estas travesías.

Durante los días de semana, Ana se somete a un entrenamiento físico riguroso para afrontar los desafíos de las aguas abiertas. Recibe instrucción de dos destacados profesores: Josue Moreno del gimnasio El Galpón y Leandro Volantin, profesor de natación. Estos profesionales la preparan tanto en invierno como en verano, asegurándose de que esté lista para enfrentar cualquier reto que se presente.

La alimentación de Ana se basa en frutas y verduras, pero cuando se dispone a nadar, siempre lleva consigo turrones y barras de cereales. Una vez concluida su sesión de natación, la hidratación se convierte en su prioridad, optando por agua y frutas refrescantes.

Sorprendentemente, Ana nos confesó que, a pesar de los retos y el esfuerzo físico, nunca termina agotada después de nadar. Por el contrario, se siente llena de energía y plenamente satisfecha por haber cumplido con otro desafío. Para ella, cada experiencia en aguas abiertas es maravillosa y única, desafiando tanto su cuerpo como su espíritu. Recordó una anécdota en abril, cuando visitó Necochea y tuvo que enfrentarse a un mar bravío. Junto a sus compañeros, les costó adentrarse en el agua, ya que las olas los empujaban hacia afuera. No obstante, perseveraron hasta lograr entrar.

Claudio Plit, cinco veces campeón de aguas abiertas, se ha convertido en el referente de Ana. Incluso ha tenido el privilegio de nadar junto a él y escuchar sus inspiradoras charlas, donde comparte sus experiencias en este apasionante mundo.

Este fin de semana, Ana se dirige a Ushuaia para nadar en el canal de Beagle, junto a otros 32 nadadores provenientes de distintas partes de Argentina. Estarán allí seis días antes del comienzo del invierno, será la noche más larga y en las aguas más frías. El reto consiste en nadar 500 metros con trajes de neopreno o maya. Para garantizar su seguridad, cada nadador deberá contar con boyas o torpedos, así como la compañía de uno o dos guardavidas. En algunas ocasiones, también cuentan con la asistencia de un kayak o lancha.

Los nuevos desafíos que aguardan a Ana incluyen una travesía en Puerto Madryn, donde nadará junto a las majestuosas ballenas en agosto.

Ana nos dejó en claro que nadar beneficia tanto a la salud física como mental. Para ella, la natación se ha convertido en una terapia, en una fuente inagotable de energía y vitalidad. Cada brazada en el océano es una conexión directa con la naturaleza y un desafío personal que alimenta su espíritu. A través de su historia, Ana nos inspira a seguir nuestros sueños y a enfrentar los desafíos con coraje y determinación.