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Día del Niño Prematuro: El increíble testimonio de Julián
En un rincón de Ayacucho, la historia de Julián y sus padres, Sofía Goyeneche y Jeremías Romero, se entrelaza con la lucha diaria que enfrentan las familias de niños prematuros. El 17 de noviembre, Día Mundial del Niño Prematuro, nos invita a reflexionar sobre las batallas que libran estos pequeños héroes desde el momento mismo de su llegada al mundo.
Esta efeméride, impulsada por la Fundación Europea para la Atención de los Recién Nacidos (EFCNI), cobra cada año más relevancia, con distintos organismos internacionales sumándose a la conmemoración para generar conciencia sobre la problemática a nivel global.
En este contexto, conocemos a Julián, un niño de 4 años y medio, que desafió las probabilidades desde el mismo instante de su nacimiento. A través de las palabras de Sofía Goyeneche y Jeremías Romero, padres de Julián, exploramos una travesía marcada por la valentía, el amor inquebrantable y la esperanza que define el camino de aquellos que enfrentan la prematuridad.
Sofía, inicia el relato, dejando que la voz revele los matices de una experiencia que dio un giro inesperado. “El embarazo de Julián no presentó problemas hasta el momento que se desencadenó el parto. Estaba de seis meses y medio”, comparte la madre, reviviendo aquellos momentos de incertidumbre y cambio.
La historia toma forma con el recuerdo de aquel momento crucial. Al momento de que tú tuviste a Julián, ¿en qué condiciones estaba él con los 990 gramos?”, se pregunta, y Sofía comparte un relato lleno de rapidez y emoción. “Me llevaron de urgencia al quirófano, me hicieron una cesárea que la doctora describió como complicada. Él ya estaba en canal de parto, pero no tenía la fuerza necesaria para salir. La doctora lo tuvo que sacar, y yo, en ese momento, no me enteré de nada hasta que fui a la habitación”.
Jeremías nos lleva al instante en que la realidad se volvió impredecible. “Yo estaba afuera, pensando que era un pequeño dolor de panza. Llegamos al hospital, y la doctora Johana Forio nos dijo: ‘Chicos, prepárense porque está a punto de nacer’. Fui al quirófano, fueron horas intensas, y Julián nació a las 3:30 de la mañana aproximadamente. La decisión fue trasladarlo de urgencia a Tandil”.
Julián, en Neo Tandil.
Con una mezcla de gratitud y determinación, Sofía continúa: “Él nació bien de salud. La doctora Cecilia Souza y la doctora Marianela Acosta, de Ayacucho, lo entubaron enseguida. Yo me quedé aquí porque estaba con cesárea, y él fue en el auto detrás de la ambulancia. Jeremías me mandaba fotos pero no lo conocí hasta que me dieron el alta y pude ir a Tandil”.
Jeremías, desde la perspectiva de un padre que vuelve a empezar, comparte sus reflexiones sobre el impacto de la prematuridad en sus vidas. “Fue aprender a ser papá nuevamente, porque somos padres de Juanita y Josefina, pero esta vez con un prematuro. Cada gramo que Julián ganaba era motivo de felicidad. y cuando bajaba nos entristeciamos. La felicidad se basaba en 10 gramos, y vivíamos día a día en la neonatología”, revela con honestidad.
Atravesando la complejidad de cuidar a un bebé prematuro, Jeremías destaca la importancia de la atención recibida. “Tuvimos una excelente atención en Ayacucho y Tandil, donde nos enseñaron con paciencia y vocación a ser padres de un bebé prematuro. Dos meses intensos, pero Julián, con sus 990 gramos, iba venciendo obstáculos”.
En el relato de Sofía, resuena la complejidad de los días en neonatología. “Entre los controles que le hacían, él no lograba dejar la cánula de oxígeno. Estábamos ansiosos por venir a Ayacucho para estar con nuestra familia y amigos por eso insistíamos en que le sacaran la canulita para que se esforzara. Un día antes de que nos dieran el alta, logró dejar el oxígeno”.
Ante la pregunta crucial sobre si piensan que fue un milagro, Jeremías responde con humildad y reflexión: “Si totalmente, por la forma en que nació, por cómo fue parar a Neo en Tandil con 990 gramos, que nosotros pensábamos que era increíble. Fue venciendo obstáculos día a día, creciendo. Nos morimos de amor”.
La entrevista culmina con un mensaje lleno de esperanza para aquellos padres que enfrentan la prematuridad. “No pierdan la esperanza y que todo andará bien. Siempre hay pequeños momentos de felicidad que acompañan el camino“, aconseja Jeremías.
Sofía, enamorada de su hijo, añade con fuerza: “El amor es todo. No hay que bajar los brazos. Nos levantábamos, aunque costaba”.
Así, la historia de Julián se convierte en un testimonio de amor, fortaleza y superación, recordándonos en este Día Mundial del Niño Prematuro que cada pequeño paso es un triunfo, y que la esperanza, más que una palabra, es un motor que impulsa a seguir adelante.