Nacho acababa de comprarse un auto cero kilómetro y eligieron Pinamar para pasar sus primeras vacaciones juntos. Sabina, su novia, se ocupó de alquilar el departamento por Internet y el 1 de febrero de 2009 salieron a la ruta temprano. En el viaje, Nacho habló con su papá, el dueño de la famosa heladería “Blancanieves”, en Martínez. Le contó que la ruta estaba colapsada y que, aunque habían salido muy temprano, iban a demorar más de la cuenta.
“Llegaron como a las 4 de la tarde e hicieron lo que hacen todos los jóvenes: tiraron sus cosas en el departamento y se fueron a la playa”, cuenta Beatriz Casazza, la mamá de Sabina Gómez, en su casa de Olivos. Hay silencio y soledad en esta casa de dos pisos. Su marido está en cama -batalla contra un cáncer potente- pero la foto de “los chicos” y un ramillete de flores que recién cortó de su jardín llenan la ausencia de presencia.
Cerca de las 19.30, publica Infobae, Ignacio “Nacho” Tomasi y Sabina Gómez volvieron al departamento que habían alquilado en el edificio Marvento, en Jasón 350, pleno centro de Pinamar. “Se tiraron en la cama y, como sintieron olor a gas, fueron a ver a la cocina. Fueron juntos, siempre andaban juntos”, dice Beatriz, que está por cumplir 77 años. No llora pero la voz se le rompe cada dos por tres. Tenía 4 hijas, Sabina acababa de cumplir 29 años y era una de las mellizas.
“Apenas entraron a la cocina hubo una explosión tremenda y se incendió todo. Nacho y Sabi recibieron la explosión de lleno. Después corrieron al baño y se metieron bajo la ducha de agua fría. Desde ahí gritaron pidiendo ayuda”. Los diarios de la época contaron que había explotado el calefón pero no fue eso lo que sucedió.
Alguien había ido a la planta baja y había conectado un tubo de gas en el departamento de Nacho y Sabina. Estaban mal señalizados (el gabinete del 3°F tenía escrito con tiza 4°C), por lo que creyó que lo estaba poniendo en otro departamento. “Fue una trampa mortal. En la pared de la cocina estaba el agujero de gas envasado, que nadie había cancelado, por lo que todo ese gas salió intempestivamente y provocó la explosión. Coexistían dos instalaciones de gas, algo que está prohibido”.
Lo que sabe de esa tarde lo sabe de boca de su hija, porque Sabina salió de ese departamento con el 70% del cuerpo quemado pero consciente. Nacho tuvo quemaduras en el 50% del cuerpo y también salió consciente. No fue a ella a quien lograron contarle (estaba a 400 kilómetros) sino a un matrimonio amigo de los Tomasi que acababa de llegar a Pinamar para pasar sus vacaciones y corrió al hospital.
El padre de Nacho fue a golpearle la puerta a Beatriz apenas recibió el llamado desde Pinamar. “Lo eché de casa, le dije que estaba loco, que no podía ser”. Beatriz le cerró la puerta, se acercó al teléfono fijo y llamó: el llanto desbordado de la mamá de Nacho le alcanzó para entender.
Beatriz señala la puerta de calle cuando cuenta la historia. Vivía acá hace 10 años, cuando Eduardo vino a avisarle. Acá mismo, en la que era la habitación de las mellizas, conserva recuerdos. Mientras habla, abre la puerta del placard donde cuelga el vestido de 15 de Sabina. En la puerta contigua están los apuntes y los libros de la facultad, porque a su hija sólo le faltaba la tesina para recibirse de licenciada en Ciencias Políticas.
Lo que pasó se instaló en los medios nacionales y también en los locales porque ellos también eran conocidos en el barrio. Beatriz y su marido eran los dueños del restaurante “La Ventola”, en Martínez, frente al río. Lo vendieron hace tres años, cuando su marido ya tenía 80 años. El restaurante se incendió completamente durante el último año nuevo.