El 23 de julio es una fecha significativa en Argentina, pues se conmemora el Día del Payador. Este día recuerda la histórica payada entre el uruguayo Juan Nava y el argentino Gabino Ezeiza en Paysandú en 1884. Oficialmente declarado en 1992 y celebrado por primera vez en 1996, este día rinde homenaje a una de las tradiciones más arraigadas de la cultura gauchesca.
En esta ocasión, dialogamos con Carlos Sferra, un destacado payador de Ayacucho con 33 años de trayectoria en este arte. Sferra, nacido el 4 de octubre de 1972 en Rauch, nos relata cómo su interés por la payada comenzó desde muy pequeño. “Empecé a interesarme por la payada a los 6 o 7 años, cuando iba a la escuela y escuchaba a Héctor del Valle y Alberto Merlo. Sin darme cuenta, ya estaba improvisando, descubriendo el payador que había en mí”.
Sferra destaca que su principal influencia proviene del campo y las costumbres camperas, además de la música y programas de radio como “Un Alto en la Huella”, donde conoció a figuras como José Curbelo y Roberto Airala. “José Curbelo fue un gran referente para muchos payadores, incluido yo”, señala.
La primera experiencia de Sferra en un escenario como payador fue el 6 de marzo de 1991, en el programa de radio “Pampa y Cielo”, conducido por Oscar Salmón. “Ese día, improvisé mi primera payada ante el público junto a Alberto Sosa, un payador de Ayacucho. A partir de ahí, empecé a hacerme conocer”, recuerda.
Para Sferra, lo más disfrutable de la payada es la espontaneidad y la sorpresa de lo que va a ocurrir durante la improvisación. “La payada ha evolucionado mucho. Hoy se busca más la perfección debido a la tecnología, que permite que nuestras improvisaciones se escuchen en cualquier parte del mundo. Sin embargo, la esencia de la payada sigue siendo la misma: un canto improvisado que nace y muere al instante”, reflexiona.
“Quisiera decirles a las nuevas generaciones que, aunque el payador nace con esa capacidad, también se va haciendo con el tiempo. No importa cuánto lo intenten, si alguien no tiene el don, no se convertirá en payador ni ahora ni en 50 años. Sin embargo, aquellos que tienen la capacidad deben instruirse, educarse y aprender, tal como mencioné anteriormente. Es fundamental que se formen y se preparen para mantener viva esta tradición.”
Sferra subraya la importancia de la payada en la cultura argentina, latinoamericana y en el mundo. “La payada ocupa un lugar muy importante en nuestra cultura. El payador es como el primer periodista oral, llevando mensajes y noticias de pulpería en pulpería. Este arte es insuperable y tiene un lugar destacado en la cultura”.
Entre sus numerosas anécdotas, Sferra recuerda con cariño su participación en el teatro Ópera y la escritura de un tema sobre René Favaloro. “Esas experiencias son solo algunas de las muchas que he vivido en mis 33 años como payador”, comenta.
A lo largo de su carrera, Sferra ha enfrentado diversos desafíos, como la disfonía y problemas de salud. Uno de los momentos más difíciles fue la muerte de su hermano, pocos días antes de una presentación en Dolores. “Esa experiencia me sacó adelante. La payada, como cualquier arte, está llena de desafíos personales”, comparte.
En cuanto al proceso creativo de una payada, Sferra explica que la improvisación es clave. “El payador piensa el final y es espontáneo en su creación. Es importante estudiar y formarse, pero también mantener la esencia de la improvisación”, aconseja a los futuros payadores.
Sferra ha recibido varios premios y menciones a lo largo de su carrera, siendo uno de los más significativos el reconocimiento como Embajador Cultural Honorario de Ayacucho. “Que en el pago de uno lo reconozcan es una caricia al alma muy importante”, expresa con emoción. Otro momento memorable fue la creación de un poema dedicado a René Favaloro, que fue inmortalizado en un mural en Nono, Córdoba.
En este Día del Payador, extendemos nuestro saludo a todos los payadores, guardianes de una tradición que sigue viva y vibrante en el corazón de nuestra cultura.
