Cada 10 de noviembre, Argentina celebra el Día de la Tradición, una jornada dedicada a honrar las raíces culturales y la figura del gaucho, símbolo de la identidad nacional. Esta fecha recuerda el nacimiento de José Hernández, autor del “Martín Fierro”, el poema épico que narra las vivencias y luchas del gaucho en las pampas argentinas. Además de su valor literario, esta obra guarda un vínculo especial con la ciudad de Ayacucho, un detalle que pocos conocen pero que los habitantes de esta localidad celebran con orgullo.
Al centro-este de la provincia de Buenos Aires, junto al río Tandileoufú, se destaca la ciudad de Ayacucho, cabecera del Partido. Además de su tradicional Fiesta del Ternero, posee otros interesantes atractivos, como sus estancias, sus calles llenas de historia, su museo regional, su antigua iglesia de La Purificación de María… Sin embargo, su galardón principal es ser la cuna del famoso caballo moro, que en estas tierras se cría y prospera. Como explica Tito Soubidet en su obra Vocabulario y Refranero Criollo, el moro es un caballo cuyo pelaje negro cubre cualquier otro color base, dando lugar a variantes como el moro azulejo, el moro plateado, el moro rosillo y el moro dorado. Este caballo representa un símbolo de bravura y lealtad, tan valorado en la cultura criolla.
En el “Martín Fierro”, Ayacucho es la única ciudad mencionada explícitamente. En dos momentos cruciales, el protagonista, Martín Fierro, hace alusión a su caballo moro. La primera es cuando, obligado a prestar servicio en el fortín de la frontera con los pampas tras la injusta leva en la pulpería, elige llevar consigo lo mejor que tiene, su caballo moro. Así lo relata:
“Yo llevé un moro de número,
sobresaliente el matucho;
con el gané en Ayacucho
más plata que agua bendita;
siempre un gaucho necesita
un pingo pa’ fiarle un pucho.”
La segunda mención se da tras su duelo a muerte con el pampa que atormentaba a una cautiva. Al ganar la pelea, ofrece su moro a la mujer para que huya, mientras él se monta en el caballo del pampa, también un moro, y emprende la huida:
“Yo me lo monté al del pampa,
era un oscuro tapao;
cuando me hallo bien montao
de mis casillas me salgo,
y el pingo era como galgo
que sabía correr boliao.”
Este vínculo especial con Ayacucho permite inferir el escenario en que se desarrolló la azarosa vida de Martín Fierro, quien encarna el espíritu del gaucho argentino. En pleno romanticismo literario, también el poeta Juan María Gutiérrez exaltaba al caballo moro, lamentando la pérdida del suyo, robado por un indio:
“En todo campo y camino
donde estampó sus pisadas,
dejó glorias celebradas
de sus poderes divinos
y sus carreras ganadas
La fascinación por el caballo moro se expresa en las décimas populares que resuenan en las celebraciones locales. Con gran destreza, dos pingos de este pelaje, llamados Gato y Mancha, unieron el norte y el sur de América en una proeza que quedó en la historia. Desde Ayacucho y su estancia “El Cardal”, estos ejemplares emprendieron un viaje épico, transformando América en su cancha y mostrando la bravura proverbial del caballo moro.