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En el Día del Enfermero, Néstor Roldán celebra su trayectoria de 37 años de servicio y vocación

Cada 21 de noviembre, Argentina rinde homenaje a los enfermeros y enfermeras, profesionales esenciales en el sistema de salud, cuya dedicación y compromiso impactan directamente en la vida de miles de personas. En diálogo con Néstor Roldán, un enfermero con 37 años de trayectoria en nuestra ciudad, conocemos su historia y reflexiones sobre una profesión que ha transformado su vida y la de muchos.
Desde niño, Néstor sentía una inclinación especial por la salud y el servicio. “Me gustaba ver a las personas con guardapolvos blancos. Cuando empecé a estudiar en 1986 como asistente de enfermería, confirmé que mi vocación era ayudar a los demás”, relata. Su formación lo llevó a Las Flores, donde vivía su tía, una enfermera jefa que lo inspiró.
En 1988, con solo 21 años, obtuvo su primer trabajo en el Hogar de Ancianos San Francisco Javier de Ayacucho . “Recuerdo mi primer día. Era una noche lluviosa, fui caminando con paraguas en mano. Me recibió una colega que, aunque ya no está con nosotros, siempre la tengo presente porque me guió en mis primeras horas de trabajo con 100 abuelos bajo mi cuidado. Fue un reto enorme, pero también un gran aprendizaje”, comenta emocionado.
Para Néstor, los pilares de la enfermería son claros: responsabilidad, solidaridad, bondad y amor al prójimo. Estos principios han sido fundamentales en su carrera, que ha tenido momentos tanto gratificantes como difíciles. “Trabajamos con vidas humanas; cada decisión cuenta y debemos actuar siempre con la mayor dedicación posible”, subraya.
A pesar de los desafíos, Néstor encuentra en su trabajo una fuente constante de satisfacción personal. “Ayudar a otros, escuchar a los pacientes y brindarles contención no tiene precio. Cuando un paciente se va de alta, es una alegría inmensa. Pero también debemos ser fuertes ante las pérdidas y apoyar a las familias en esos momentos difíciles”, explica.
La enfermería ha cambiado significativamente desde que Néstor comenzó en 1988. “Hoy contamos con tecnología avanzada y mejores normativas, lo que facilita la atención médica. Sin embargo, todavía falta mucho por hacer. Nuestra profesión sigue siendo poco reconocida y mal paga, agrega.
Néstor reconoce que uno de los mayores desafíos en la enfermería radica en las condiciones laborales. La falta de reconocimiento social y los bajos salarios generan frustración entre los profesionales. “Somos un número más en el sistema”, lamenta. Además, destaca el agotamiento emocional que implica estar en contacto constante con el sufrimiento de los pacientes y sus familias.
A pesar de las dificultades, subraya la importancia del trabajo en equipo: “Trabajar juntos no solo nos ayuda a alcanzar mejores resultados, sino que también fortalece el vínculo entre los profesionales, generando un ambiente de apoyo y confianza mutua. Esto impacta positivamente en el bienestar de los pacientes”.
Con emoción, Néstor comparte que su hija Tamara ha seguido sus pasos y hoy ejerce como enfermera. “Es un orgullo inmenso que ella continúe este legado. Espero que lo haga con la misma vocación y dedicación que siempre intenté poner en mi trabajo”, comenta.
A las nuevas generaciones que consideran dedicarse a esta profesión, les aconseja actuar con compromiso, responsabilidad y respeto. “La enfermería no es solo una salida laboral; es una vocación que requiere empatía y amor por los demás. Ayudar a los pacientes no solo los transforma a ellos, sino también a nosotros como personas”.
En su rol actual como coordinador del servicio de clínica quirúrgica, Néstor reflexiona sobre el futuro de la enfermería en el país. “Espero que las nuevas generaciones trabajen con ética y vocación. También deseo que nuestra labor sea más visible y mejor reconocida, porque somos el pilar del sistema de salud”, concluye.