En Ayacucho, las carreras ilegales de motos y las maniobras peligrosas en la vía pública generan preocupación y división en la comunidad. Mientras vecinos reclaman por la seguridad y el cumplimiento de las normas, los jóvenes que participan en estas actividades defienden sus motivaciones y buscan justificar lo que hacen. En diálogo con Urgente Ayacucho, un integrante de uno de estos grupos compartió de forma anónima su perspectiva y reveló detalles sobre el funcionamiento interno y las tensiones que existen.
El joven explicó que estas salidas suelen organizarse a través de un grupo de WhatsApp que reúne a unas 60 personas, aunque en las calles solo se ven alrededor de 20 motos en cada encuentro. “Somos un montón en el grupo, pero no todos salen siempre”, confesó.
El sentimiento de pertenencia que los une
Aunque para muchos sea difícil de comprender, el joven aseguró que lo que motiva a gran parte del grupo va más allá de la velocidad o el ruido. “Lo que sentimos cuando estamos todos juntos es difícil de explicar. No importa de dónde venís, cuánto tenés o quién sos. Lo único que importa es que estás ahí, con tu moto, siendo parte de algo”, expresó.
El joven explicó que, para muchos, las motos no son solo un medio de transporte, sino una forma de escapar de las presiones y los problemas cotidianos.
La controversia del ruido y el respeto a los vecinos
Una de las prácticas que más críticas recibe es el ruido que generan las motos, especialmente cuando pasan frente al Hospital Municipal. Sobre este punto, el joven se mostró en desacuerdo y aseguró que intenta desalentar esa conducta. “Siempre les digo que no pasen por el hospital haciendo ruido porque es una falta de respeto. Hay gente enferma que necesita tranquilidad, y no tiene sentido molestar ahí”, comentó.
Otro de los lugares elegidos para estas actividades es la Ruta 50, especialmente en los tramos más alejados del casco urbano. Según explicó, ese espacio les permite realizar maniobras o competir sin interferir directamente con el tránsito local. “Vamos ahí porque hay menos autos y podemos correr más tranquilos. Sabemos que es peligroso, pero es donde más seguros nos sentimos para hacer esto. Por lo menos ahí no molestamos tanto a los vecinos”, dijo.
Además de las tensiones con los vecinos, el joven también expresó su malestar hacia un efectivo policial que, según él, no da el ejemplo. “Hay un policía que no quiere sacar las motos porque dicen que no cumplimos las normas, pero después los ves andando sin casco, sin luces o haciendo cosas peores que nosotros. Eso da bronca porque te das cuenta de que no se trata de cumplir o no las reglas, sino de quién tiene poder para decidir qué se hace”, cuestionó.
El testimonio del joven refleja una mezcla de rebeldía, ilegalidad, adrenalina y, sobre todo, la búsqueda de un espacio de pertenencia entre los participantes de estas actividades.
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