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El ayacuchense Agustín Segui fue parte de la ceremonia de canonización de Mama Antula: “Es una alegría increíble”
Agustín Seguí es un joven religioso de 30 años, que pertenece al Instituto Miles Christi. Estudia el Bachillerato en Teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma. Su hermano Mariano, es también religioso de la misma Congregación.

Agustín Seguí, un joven religioso argentino de 30 años, perteneciente al Instituto Miles Christi, tuvo el honor de participar en la reciente canonización de Mama Antula, la primera santa argentina, llevada a cabo por el Papa Francisco en Roma. Agustín, quien actualmente cursa el Bachillerato en Teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, se encontraba entre los fieles presentes en la emotiva ceremonia.
Originario de Ayacucho, Agustín proviene de una familia con una sólida educación católica, aunque él mismo describe haber sido lo que se conoce como un “cristiano del domingo” antes de recibir su llamado vocacional. Su madre, Laura Armour, compartió que Agustín, inicialmente estudiante de Medicina, experimentó un cambio radical en su vida cuando sintió la llamada de convertirse en sacerdote, lo que lo llevó a unirse al Instituto Miles Christi.
“Agustín estaba feliz. El Papa se acercó a saludarlo a él y a todos. Fue una hermosa experiencia para él“, compartió Laura, emocionada por la participación de su hijo en un evento de tal magnitud espiritual.
El joven seminarista tuvo la oportunidad de asistir a la misa de canonización gracias a una invitación del Instituto Miles Christi, del cual es miembro. La noticia de su participación en este evento histórico fue recibida con alegría.
“Mis hijos tienen un llamado. Agustín estaba estudiando medicina. Fueron a estudiar a Buenos Aires, les gustó y se fueron a la congregación. Su tío pertenece a esa congregación, Miles Christi, y se sumaron“, explicó su madre, refiriéndose también a Mariano, el hermano de Agustín que también es seminarista.
La participación de Agustín Seguí en la canonización de Mama Antula no solo marca un hito en su propio camino espiritual, sino que también representa un motivo de inspiración y esperanza para aquellos que lo conocen y para la comunidad religiosa en general.