Hay un video llamado “Carrera de oportunidades”. Se puede ver a un grupo de jóvenes que está en la línea de largada a punto de comenzar una carrera. El profesor, sin embargo, los frena.
Pide que den dos pasos al frente quienes han tenido padres presentes. Dos pasos al frente quienes no han tenido que preocuparse por tener un plato de comida. Dos pasos al frente a quienes no han tenido que trabajar a temprana edad para ayudar a pagar las cuentas. Después, antes de dar comienzo, pide a los que avanzaron que se den vuelta, miren a los otros y vean que “en esta carrera llamada vida” no todos salen del mismo punto de partida.
Si Emiliano Medina hubiera sido parte de ese video no habría dado pasos al frente: su mamá murió cuando él tenía un año y medio, en la primaria se dio cuenta de que le gustaban los varones y, a los 12 años, tenía algo de sobrepeso pero había absorbido tanto la mirada del afuera que se veía “gordísimo”.
Emiliano Medina baila súper bien.
Tiene 29, es coreógrafo y docente. Es gay y vive en Laferrere.
Tiene un cuerpo gordo.
Está entrenando para ir al mundial de hip hop en agosto en Phoenix (EE.UU.).
0:15 en @sepuedevivir por @Laoncediez, su 1era. (y seguramente decisiva) nota pic.twitter.com/D2cwjCbvbi
— Franco Torchia (@francotorchia_) February 26, 2019
En el final del video el profesor pregunta: ¿Que los de adelante hayan tenido más oportunidades significa que los de atrás no pueden correr? Emiliano podría responderle: pasó de ser “el gordo que baila” en Laferrere a ser el coreógrafo que va a representar a la Argentina en un mundial.
“A los 10 años ya bailaba solo. Tenía mi pieza en la terraza y me la pasaba copiando las coreografías de Chiquititas”, se ríe él mientras charla con Infobae. “Me daba un poco de vergüenza porque creía que bailar era algo de chicas, pero lo hacía igual”. Dos años después se mudó a Laferrere, un lugar mucho más hostil que la Ituzaingó en la que había crecido.
Su papá trabajaba todo el día y Emiliano, que todavía iba a la primaria, tuvo que arreglárselas solo: solo se planchaba el uniforme, solo se cocinaba, solo hacía la tarea. El recuerdo lo hace llorar y ahora, del otro lado del teléfono, pide perdón por el ahogo.