El conductor Gerardo Rozín murió este viernes a los 51 años, a causa de un tumor cerebral. La audiencia fiel que lo siguió a lo largo de los años y de los proyectos, como si se tratara de un amigo al que siempre daba gusto volver a ver, lo conoció en la pantalla chica como conductor, presentador, periodista y panelista.
Cuando regresó a la conducción, Rozín contó que le habían detectado la arritmia durante un chequeo de rutina y que tuvo que monitorearla. Una vez que su médico le dio el alta, se reincorporó al programa con la misma energía de siempre.
Además de sus destacadas dotes para la entrevista, Gerardo construyó su carrera a partir de correrse de los estereotipos televisivos. Le divertía más decir que era “gordo, feo, petiso y judío” que mostrar sus credenciales de profundo admirador de Raymond Chandler, George Gershwin, Woody Allen, Les Luthiers o Roberto Fontanarrosa. A veces se ponía un poco más serio, apenas un poco, y reconocía: “Soy el más grasa de los cool pero el más cool de los populares”.