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Roberto Singer: “Todo lo doy al pueblo, y el pueblo me da vida”
En el corazón de Ayacucho, se encuentra un hombre cuya historia está entrelazada con los hilos de la comunidad gitana y la calidez de un pueblo que lo adoptó como propio. Roberto Singer, en su relato es una oda a la perseverancia, la familia y el arraigo a una ciudad que abrazó como suya.
En una entrevista para Proyecto Pueblo, Roberto Singer compartió los fragmentos de su vida que lo llevaron a convertirse en parte de Ayacucho. Su llegada a este sector de la Provinciad de Buenos Aires fue un giro inesperado en su vida, marcada por la itinerancia propia del estilo de vida gitano.
“Nací con el viento en los pies”, confiesa Roberto, recordando sus días de juventud, donde el viaje y la aventura eran su constante compañía. Sin embargo, fue un encuentro fortuito con Don Carlos, un amigo en común, lo que lo condujo a Ayacucho. La recomendación de Don Carlos sobre la calidad de un vehículo que Roberto vendía, lo llevó a este pueblo, en busca de un mecánico de confianza.
“Me gustó el pueblo, me gustó el pueblo”, repite con emoción, evocando el sentimiento que lo llevó a establecerse junto a su familia en este lugar. A pesar de tener propiedades en otras ciudades, la calidez y el trato de la gente de Ayacucho lo conquistaron. No obstante, su integración no fue un camino fácil. La etiqueta de “gitano” conllevaba prejuicios y desconfianza en aquel entonces, pero su perseverancia y su honestidad pronto ganaron el respeto y la confianza de sus vecinos.
Con el correr de los años, Roberto se convirtió en un pilar de la comunidad, un hombre respetado por su integridad y generosidad. Su amor por Ayacucho es palpable en cada palabra que pronuncia, en cada gesto de solidaridad hacia sus vecinos. “Todo lo doy al pueblo, y el pueblo me da vida”, afirma con gratitud.
Pero su arraigo a Ayacucho va más allá de las palabras. La familia Singer es parte activa del tejido social, involucrada en proyectos comunitarios y siempre dispuesta a tender una mano a quien lo necesite.
“Volvería a Ayacucho una y mil veces”, asegura Roberto con firmeza. A pesar de haber explorado otros lugares, su corazón siempre retorna al hogar que encontró entre las calles de este pueblo. Para él, Ayacucho es más que un lugar físico, es un refugio donde la tranquilidad y la solidaridad son moneda corriente.