El 9 de diciembre de 2024 se cumplen 200 años de la Batalla de Ayacucho, considerada el último gran enfrentamiento de la guerra de independencia en Sudamérica contra el Imperio Español. Aunque no fue la última acción militar –pues continuaron focos como el puerto del Callao en Perú o la isla de Chiloé en Chile–, este evento marcó la derrota definitiva del ejército realista en el continente, abriendo el camino a la plena independencia.
La batalla se libró en la Pampa de Quinua, un área situada a más de 3.000 metros de altitud cerca de la actual ciudad de Ayacucho, Perú. Allí, el Ejército Libertador, liderado por el Mariscal Antonio José de Sucre, enfrentó al mayor contingente realista que quedaba en América. Aunque el ejército español superaba en número y recursos –especialmente en caballería y artillería–, los libertadores lograron una victoria aplastante, dejando más de 2.000 muertos en pocas horas y sellando el destino del Imperio Español en la región.
En diálogo con el historiador ayacuchense Pablo Zubiaurre, reflexionó sobre este hecho histórico, destacó su relevancia no solo como una victoria militar, sino como un símbolo del esfuerzo colectivo de Sudamérica. “El Ejército Libertador estaba compuesto por soldados de varias naciones, lo que refuerza la idea de una lucha conjunta por la libertad”, comentó.
Respecto al vínculo entre la batalla y la ciudad de Ayacucho en Argentina, Zubiaurre aclaró que el topónimo no guarda relación geográfica directa con el combate en Perú. El término “Ayacucho”, que en quechua significa “rincón de los muertos”, hace referencia al lugar donde se libró la batalla. Sin embargo, en Argentina, el nombre se adoptó como parte de una tradición de conmemorar batallas y héroes de la independencia al designar partidos en el sur del río Salado. De esta misma manera nacieron nombres como Maipú, Chacabuco o Balcarce, todos asociados con gestas patrióticas.
Zubiaurre subrayó que esta denominación busca honrar la importancia histórica de la batalla, un enfrentamiento que consolidó los ideales de libertad y soberanía para toda América. “Fue la última gran batalla, donde se venció al último gran ejército español en América. Después de Ayacucho, ya no quedó otra fuerza realista que pudiera desafiar a los libertadores”, concluyó.