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Día del Trabajador Gráfico: una imprenta con 102 años de historia mantiene vivo el oficio

Día del Trabajador Gráfico: una imprenta con 102 años de historia mantiene vivo el oficio
Este 7 de mayo se celebra en Argentina el Día del Trabajador Gráfico, una fecha que conmemora la creación de la Federación Gráfica Bonaerense en 1950, en homenaje a quienes dedican su vida a la impresión y a las artes gráficas, un oficio esencial para la circulación de la información y la cultura.
En Ayacucho, la jornada fue propicia para destacar a una de las imprentas más emblemáticas de la ciudad: la Gráfica de Eduardo Giudise, hijo de Eber, ubicada en la esquina de 9 de Julio y Sáenz Peña, con más de un siglo de trayectoria. Fundada en 1923 por su abuelo, esta imprenta comenzó como el diario La Voz de Ayacucho, que dejó de publicarse en 1950. A partir de 1958, continuó como imprenta de obra, dedicándose a trabajos comerciales y sociales.
Eduardo representa la tercera generación en este oficio y, según relata, prácticamente nació dentro del taller. Su madre, tipógrafa, le enseñó los primeros pasos en el arte de imprimir. A lo largo de su vida, ha trabajado junto a sus padres, en jornadas extensas que a veces se extendían hasta la madrugada, especialmente durante los años de mayor auge, cuando eran la única imprenta en la ciudad y recibían encargos de todo tipo.
La gráfica conserva aún las antiguas máquinas tipográficas, algunas con más de 160 años, como la plana francesa que imprimía el diario. Aunque en la actualidad el trabajo se realiza mayormente en sistemas digitales, Eduardo mantiene las piezas históricas como testigos del pasado y valora el aprendizaje artesanal que lo formó.
Entre las curiosidades, recordó que durante décadas realizaron las tradicionales bandas para las aspirantes a reina de la Fiesta Nacional del Ternero, impresas en tela con técnicas tipográficas.
Actualmente, Eduardo trabaja solo, tras el fallecimiento de su padre, pero sostiene con orgullo el legado familiar. Desde hace 40 años, mantiene viva una tradición que, más allá de la evolución tecnológica, sigue latiendo en cada hoja impresa y en cada historia compartida desde esa esquina ayacuchense que guarda un patrimonio cultural invaluable.